jueves, marzo 29, 2007

Homero Manzi y lo Popular





Colaborando con el periódico ACCIÓN, fue como conocí a Homero Manzi... al principio lo único que me dijeron es que era el letrista del tango Malena... esa que "tenía penas de bandoneon"... Pero Manzí era mucho más.



Nacido en una localidad de acá del "interior" - Añatuya, en la provincia de Santiago del Estero-, su historia repite la de tantos, porque de niño partió a vivir a una barriada de Buenos Aires. Pero nunca, nunca se olvidó de su tierra... fue poeta del tango y la milonga con numerosos éxitos, director y guionista de cine, dirigente gremial de los artistas, militante radical y peronista...


Comprometido con su pueblo hasta los huesos, hace ya casi medio siglo, escribió esto sobre nuestra América y su cultura....


"Alguna vez, alguien que sea dueño de fuerzas geniales, tendrá que realizar el ensayo de la influencia de lo popular en el destino de nuestra América, para recién entonces poder tener nosotros la noción admirativa de lo que somos.

Esta pobre América que tenia su cultura y que estaba realizando, tal vez en dorado fracaso, su propia historia y a la que de pronto iluminados almirantes, reyes ecuménicos, sabios cardenales, duros guerreros y empecinados catequistas, ordenaron:
¡Cambia tu piel!
¡Viste esa ropa!
¡Ama a este Dios!
¡Danza esta música!
¡Vive esta historia!.


Nuestra pobre América que comenzó a correr en una pista desconocida, detrás de metas ajenas y cargando 15 siglos de desventaja, nuestra pobre América que comenzó a tallar el cuerpo de Cristo cuando ya miles y miles de manos afiebradas por el arte y por la fe, habían perfeccionado la tarea en experiencias luminosas, nuestra pobre América que comenzó a rezar cuando ya eran prehistoria los viejos testamentos, y cuando los evangelios habían escrito su mensaje, cuando Homero había enhebrado su largo rosario de versos y cuando el Dante había cumplido su divino viaje.


Nuestra pobre América que comenzó su nueva industria, cuando los toneles de Europa estaban traspasados de olorosos y antiguos alcoholes, cuando los telares estaban consagrados por las tramas sutiles y asombrosas, cuando la orfebrería podría enorgullecer su pasado con nombres de excepción, cuando verdaderos magos, seleccionando maderas con cavidades y barnices, sabían armar instrumentos de maravillosa sonoridad, cuando la historia estaba llena de guerreros, el alma llena de místicos, el pensamiento lleno de filósofos, la belleza llena de artistas y la ciencia llena de sabios.


Nuestra pobre América, a la que parecía no corresponderle otro destino que el de la mutación. Todo estaba bien hecho, todo estaba insuperablemente terminado ¿para que nuestra música? ¿para que nuestros dioses? ¿para que nuestras telas? ¿para que nuestra ciencia? ¿para que nuestro vino? Todo lo que cruzaba el mar, era mejor, y cuando no teníamos salvación apareció lo popular para salvarnos, creación de pueblo, tenacidad de pueblo.


Lo popular no comparo lo malo con lo bueno, hacia lo malo y cuando lo hacía creaba el gusto necesario para no rechazar su propia factura y ciegamente, inconscientemente, estoicamente, presto su aceptación a lo que surgía de si mismo y su repudio heroico a lo que venía desde lejos.


Mientras tanto, lo antipopular, es decir, lo oculto, es decir lo perfecto, rechazando todo lo propio y aceptando todo lo ajeno, trababa esa esperanza de ser que es el destino triunfador de América.


Por eso yo, ante ese drama de ser hombre del mundo, de ser hombre de América, de ser hombre argentino, me he impuesto a la tarea de amar todo lo que nace del pueblo, de amar todo lo que llega al pueblo, de amar todo lo que escucha el pueblo".

* Publicado Revista Línea, 6 de mayo de 1948, Bs. Aires.